viernes, 15 de mayo de 2009

"Una sonrisa ajena por una lágrima nuestra" basado en un cuento chino









Una música que por incordiosa y suave suspira en mis oídos queriendo caminar sobre la superficie de la piel poniendo un sumo de acordes en completa excitación. Se cuela sobre las rendijas de mi ventana a medio cerrar, una luz que proviene del único faro sostenido de un poste de madera percutido por el paso del tiempo. Ese rústico jardín de flores marchitas por el advenimiento del invierno y ese rocío que penetra sobre los pétalos agonizantes haciendo arder lo poco que llevan de vida, permanece inalterable bajo las sombras de una noche sin luna. En el interior, un ambiente austero y prácticamente abandonado a la suerte de unas partículas que brotan desde los rincones más recónditos. Solo una mesa (que intenta arrastrarse por el suelo llevando una diminuta botella blanca y un pocillo negro con apenas unas gotas suicidas de una bebida transparente) y un almohadón rojizo son los acompañantes bajo esas cuatro paredes. Una gota de sudor frío recorre el vidrio de la ventana, llevando a su paso los restos de agua latente en perfecta suspensión. 

La puerta de la habitación, construida de grandes cuadrados de bordes de madera y centro de papel, se cierra emitiendo un sonido áspero y seco. La música se corta. El aire se densifica. Todo se suspende. Minutos eternos que nadie cuenta. No hay meditación. La respiración se hace evidente en breves instantes y vuelve al olvido. Una bocanada de aire lleva vida a los movimientos. Caigo al vacío. Caigo a tu recuerdo. Caigo en aquellas situaciones que vivimos. Imploro poder olvidar las malas y conservar las buenas. Me hiela la sangre. Estoy solo. Siento el eco de mi voz en el vacío. Mi voz se estremece a gritos que viajan hasta el infinito. Quiero volver a esa habitación pero cada vez más lejos huye de mí. 


[continuará]



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